Desde el principio de las publicaciones impresas, el título que cada libro tenía solía ser de caracter descriptivo, muchas veces llevando el nombre del protagonista: La Regenta, Pedro Páramo, Jane Eyre, etc.. Sin embargo, a medida que surgen las estrategias publicitarias, se empieza a aprovechar este elemento como recurso para llamar la atención sobre el lector y, por tanto, empieza a proliferar la aparición de títulos más llamativos, sorprendentes, o que apelan a las emociones de quien lo lee.Este último es el caso de, por ejemplo, Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun, en la versión original), de Dalton Trumbo. Otros, como 20 poemas de amor y una cancion desesperada, de Pablo Neruda, resaltan por lo sorprendente. Algunos, como I am Joaquin, de Corky Gonzalez, utilizan el título como forma de reivindicación lingüística.
Por tanto, se puede afirmar que, en muchos casos, el título no es sino el primero de los textos publicitarios que acompañan en su publicación a un libro.
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