Como decíamos anteriormente, existe una gran tradición de poesía en la que el río Duero, punto de referencia geográfica e histórica de Castilla, es protagonista. Uno de los ejemplos más conocidos es el "Romance del Duero", escrito en 1922 por el cántabro Gerardo Diego:
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde 5
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata, 10
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas 15
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua. 20
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada
sino los enamorados 25
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
En este poema, que, como su propio nombre indica, es un romance, se puede apreciar cómo se le da al Duero un carácter humano, convirtiendo en un personaje (no en vano, es el interlocutor de quien habla) capaz de sonreír, como se puede ver en la línea 9. Además, el autor se vale del uso metapoético en expresiones como "moliendo con tus romances" (línea 11) o "cantar siempre el mismo verso" (línea 19).
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